26 de septiembre 2014

Salidas - Aufbrüche

Wetzikon (la ciudad dónde vivo en Suiza), 29 de noviembre del 2013, las 20:00 horas: Estoy haciendo las últimas preparaciones y empiezo a hacer mi mochila.
30 de noviembre, es mediodía: Mi mochila está lista, el tren al aeropuerto sale en menos que dos horas. Dónde dormiré en la primera noche que llegue? Aún no lo sé. No sé nada de Argentina, ni de la capital Buenos Aires ni su moneda, no hablo Español - es un salto al agua helada desde el invierno suizo al pleno verano argentino.

Buenos Aires, 10 de febrero 2014, 16:30 horas: Hace dos semanas estoy viviendo en la casa de una moza, que he conocido por Couchsurfing. Una tarde húmeda de verano, pronto empezará a llover. Salgo de la casa de mi anfitriona a comprar algo para la cámara; mi tren de noche hacia el Sur sale a las 18:15 horas. El micro demora unos 25 minutos, yo hago mis compras lo más rápido posible y espero el micro de vuelta. Vienen muchos menos el mío, la preocupación sube y empiezo a sudar frío. Después de 15 minutos esperando hago parar un taxi - es la hora punta y demoramos media hora para volver. En el departamento todavía está puesta mi ropa media mojada en el tendedero y encima de mi cama está todo el contenido de mi mochila, son las 17:50 horas.
10 minutos más tarde he salido de la casa, un abrazo volátil, un sprint con todo el equipaje a la metro. Necesito cambiar dos veces, los anuncios de las estaciones me tienen loco. Por fin la estación de tren "Constitución". En la sala veo un puesto de sandwich y siento mi estómago rugir teniendo en perspectiva estar viajando 13 horas en tren. Con un sandwich en la mano, la bolsa atrás, la mochila adelante, subo al tren - el controlador sopla el silbato dando la orden de salida al tren y mi estadía de cinco semanas en Buenos Aires se terminó.

Ushuaia (ciudad más austral del mundo, Argentina), 27 de marzo 2014, las 4:30 horas: Todavía está oscuro, el mate está dando vueltas y al mismo tiempo estamos tratando de arrancar la Kombi "Babushka", la cual casi se ha congelado durante la noche. Con Luis, Sophie y su perro Truco continuaré mi viaje a Chile. Ellos son malabaristas que ganan su plata en el semáforo y con música en los restaurantes. Se me antojaron las ganas de viajar en una Kombi por Sudamérica sonando mi armónica; como ellos lo hacen. Vertemos agua caliente sobre el estanque del liquido de freno, después de intentos incontables le resulta a Luis arrancar el motor. Sophie está manejando, yo sentado en el asiento de copiloto y Luis durmiendo en la cama atrás. Estamos avanzando despacio por la carretera de piedras, las piernas envueltas con frazadas, estamos usando gorro y guantes. Periódicamente están saliendo nubes de vapor de nuestras bocas, pronto ya no siento mis pies y lentamente amanece.
Cuatro meses había estado en Argentina, seis semanas estuve en una escuela de Español, he conocido Buenos Aires, la Patagonia Argentina y mucha gente muy buena onda. Mi viaje está en un momento de cambio, desde ahora está yéndose a la dirección opuesta, hacia el Norte del continente.

Estos son unos ejemplos de numerosas salidas de los últimos meses. Por qué estoy hablando solamente de salidas? Eso es el sentimiento dominante de mi viaje hasta ahora: Siempre continua, cada día tengo que planear el próximo, cada semana pensar en dónde me encontraré en la subsecuente. Al lado de esa preocupación permanente y fatigosa estoy ocupado mucho conmigo mismo, lo cual estoy buscando de vez en cuando, pero a veces lo estoy considerando oneroso. No puedo escapar de mi mismo, como lo podría hacer por ejemplo en una vida cotidiana muy ocupada, sino tengo que encontrar una manera de manejarlo.
De las salidas forman parte las despedidas. Cada vez de nuevo he dejado buenos amigos, y hasta que conocí alguien nuevo estaba conmigo sólo; en viajes de bus infinitos por la pampa, encima de una montaña en la Patagonia o en las calles de una gran ciudad. En una conversación con una compañera de trabajo sobre diferentes tipos de viajes nos pusimos de acuerdo que cada uno - sobre todo nosotros Europeos - una vez en su vida debería hacer un viaje sólo, para hacer estas experiencias consigo mismo. Puede ser enriquecedor estar viajando con una pareja o con amigos, pero así uno conoce a otra gente y absorbe las cosas experimentadas de manera diferente, porque nunca se puede reclinar y dejar a su compañero manejar el suceso, sino siempre está responsable por si mismo.

En comparación con la mayoría de los viajeros me tomé mucho tiempo en cada lugar. Sin embargo de vez en cuando sentí el deseo de hacer una pausa larga en el viaje. En el Sur de Chile encontré un restaurante con el nombre "Nido del Condor" encima del volcán Osorno, donde trabajé por tres semanas durante el mes de abril. Mis tareas eran el servicio, cocina, limpiar y ordenar. Eso era un desafío, por cuanto nosotros, una pareja francesa y yo, estuvimos solos y teníamos que cocinar para el restaurante lleno y al mismo tiempo atender a los grupos de turistas. Pero aprendimos como organizarnos bien y así pudimos superar aún más que habíamos pensado antes.
Un segundo descanso se puso a tiro cuando en julio trabajé en una finca lejos de la civilización en el este de Bolivia. El cambio de clima entre un sol quemando y la lluvia fuerte, que convirtió los caminos en puro barro, fue una prueba de paciencia, porque el dueño no estaba casi nunca y nadie sabía, que hacer, aún él. Así nosotros voluntarios estuvimos abandonados ahí. En esta salida estaba aliviado de darle la espalda al lugar.
En estas entregas laborales me sirven de mucho las experiencias adquiridas en las diferentes prácticas que tuve en Inglaterra, Irlanda y en casa. Por un lado la capacidad de hacerme cargo de algo que antes no me imaginaba como era y que en lo posterior no me afectará directamente, pero para otras personas tiene mucha importancia. Por otro lado la curiosidad de conocer un nuevo trabajo en un tiempo corto y contribuir algo persistente con mi trabajo físico y mis ideas, las cuales seguramente son de otra naturaleza y pueden causar algo nuevo y bueno.

Después de ocho meses de viaje tenía que decidir en La Paz si iba a continuar a Colombia o Perú. Me sentía perdido y cansado de cierta manera, todo el tiempo estaba buscando algo de lo que no sabía qué era. Sin saber bien por qué, me decidí por Perú. En el Valle Sagrado de los Incas cerca de Cusco empezé a trabajar en la institución "Wiñay" para niños con discapacidades físicas. Acá estoy responsable para el huerto, pero también tengo mucho contacto con los niños y puedo conocerlos durante las comidas, los recreos, la educación física y los cursos de computación que he innovado recién. Ellos tienen en sus pensamientos y su actuación la capacidad inconsciente de aproximar uno a aspectos interesantes de la vida. Cuáles cosas son importantes, cuáles tienen menos significado?
La decisión de hacer este viaje fue marcado más por el sentimiento que la razón; sino no creo que estuviera acá ahora. Con decisiones más grandes frecuentemente me rompí la cabeza por mucho tiempo para luego escuchar el sentimiento y darme cuenta que puedo confiar en eso. Esta confianza se había confirmado en muchas situaciones durante el viaje y me dejó aventurar algo nuevo sin temor, con el cierto sentimiento de poder aprender con esto. Después de salidas incontables he llegado acá y no no siento más la necesidad de seguir viajando. Me siento parte de mi mundo nuevo conquistado. He encontrado algo, aunque no sepa si es lo que estaba buscando.
Hablar Español me parece más fácil que Alemán, lo que se muestra en que se colan modismos españoles, las frases parecen españolizadas y me estoy olvidando de palabras usuales en Alemán. Cuando me encuentro con otros turistas me doy cuenta que ya estoy pensando distinto a ellos - más como un latino: más libre, sencillo y flexible. Había partido sin un plan exacto, lo cual conlleva unas dificultades pero también deja espacio para cosas que acá estoy viviendo ahora, las cuales me hacen feliz y cambian mi vida como me parece.

La serie de autorretratos con el tema "auto-encuesta" de enero va bien con este texto, cuanto que aquel también es una auto-encuesta - de su propia manera. El texto lo he escrito originalmente por otra razón, por lo que se repiten algunas circunstancias de entradas anteriores del blog.


Wetzikon, 29. November 2013, 20 Uhr: Ich mache die letzten Vorbereitungen und beginne zu packen.
30. November, Mittags: Das Packen ist abgeschlossen, der Zug zum Flughafen fährt in weniger als zwei Stunden. Wo werde ich an meinem Ziel in der ersten Nacht schlafen? Ich weiss es noch nicht. Weder habe ich von Argentinien, der Hauptstadt Buenos Aires und seiner Währung eine Ahnung, noch spreche ich Spanisch – ein Sprung ins eiskalte Wasser vom schweizerischen Winter in den argentinischen Hochsommer.

Buenos Aires, 10. Februar 2014, 16:30 Uhr: Seit zwei Wochen wohne ich im Haus einer Serviertochter, welche ich über Couchsurfing kennengelernt hatte. Ein schwüler Sommerabend, bald wird es zu regnen beginnen. Ich breche von der Wohnung meiner Gastgeberin auf, um ein Ersatzteil für die Kamera zu kaufen; mein Nachtzug in Richtung Süden fährt um 18:15 Uhr. Der Bus braucht ungefähr 25 Minuten zum Ziel, ich erledige den Einkauf so schnell wie möglich und warte auf den Bus für die Rückfahrt. Es kommen viele ausser meiner, die Unruhe steigt und ich beginne zu schwitzen. Nach 15 Minuten Warten winke ich ein Taxi heran – im Feierabendverkehr benötigen wir eine halbe Stunde für die Rückkehr. In der Wohnung ist noch immer meine halbgetrocknete Wäsche aufgehängt, auf meinem Bett liegt der Inhalt meiner Reisetasche ausgebreitet, es ist 17:50 Uhr.
Nach zehn Minuten bin ich aus dem Haus, eine flüchtige Umarmung, dann ein Spurt mit allem Gepäck zur U-Bahn. Ich muss einmal umsteigen, die gemächlichen Lautsprecheransagen der Stationen machen mich verrückt. Endlich die Bahnstation "Constitución". In der Halle sehe ich einen Sandwichstand, und die Aussicht auf 13 Stunden Zugfahrt lässt meinen Magen knurren. Mit einem Sandwich in der Hand, der Reisetasche auf dem Rücken, den Rucksack trage ich vorne, besteige ich den Zug – der Schaffner pfeift und mein fünfwöchiger Aufenthalt in Buenos Aires ist zu Ende.

Ushuaia (südlichste Stadt der Welt, Argentinien), 27. März 2014, 4:30 morgens: Es ist noch dunkel, wir lassen den Mate kreisen und versuchen gleichzeitig den VW-Bus „Babushka“ zum Laufen zu bringen, welcher über Nacht fast eingefroren war. Ich werde mit Luis, Sophie und dem Hund Truco nach Chile weiterreisen. Sie sind Straßenkünstler, welche ihr Geld mit Musik in Restaurants und Jonglage an den Ampeln verdienen und in mir die Lust weckten, ebenfalls mit einem alten Bus und Mundharmonika durch Südamerika zu reisen. Wir gießen heißes Wasser über den Tank der Bremsflüssigkeit, nach unzähligen Versuchen gelingt es Luis endlich, den Motor zu starten. Sophie sitzt am Steuer, ich auf dem Nebensitz, und Luis liegt schlafend im hinteren Teil des Buses. Wir fahren langsam auf der ansteigenden, holprigen Schotterstraße, die Beine mit Decken umhüllt, wir tragen Mütze und Handschuhe. Regelmäßig steigen Dampfwolken aus unseren Mündern auf, bald spüre ich die Füße nicht mehr und langsam wird es hell.
Vier Monate war ich in Argentinien, habe sechs Wochen eine Spanischschule besucht, Buenos Aires, das argentinische Patagonien und viele Menschen kennen und schätzen gelernt. Meine Reise ist an einem Wendepunkt, geht ab jetzt in die entgegengesetzte Richtung, in den Norden des Kontinents.

Dies sind einige Beispiele von zahlreichen Aufbrüchen der letzten Monate. Warum spreche ich nur von Aufbrüchen? Dies war bisher das vorherrschende Gefühl meiner Reise: Es geht immer weiter, jeden Tag muss ich den nächsten planen, jede Woche überlegen, wo ich mich in der darauffolgenden befinden werde. Neben dieser immerwährenden, ermüdenden Besorgnis bin ich stark mit mir selber beschäftigt, was ich zuweilen suche, manchmal aber auch als belastend empfinde. Ich kann nicht von mir selber fliehen, wie ich dies zum Beispiel in einem geschäftigen Berufsalltag könnte, sondern muss einen Weg finden, damit umzugehen.
Zu den Aufbrüchen gehören die Abschiede. Immer aufs Neue hinterließ ich gute Freunde, und bis ich wieder jemanden kennenlernte, war ich mit mir alleine; auf endlosen Busfahrten durch die Pampa, auf einem Berg in Patagonien oder in den Straßen einer Großstadt. In einem Gespräch mit einer Arbeitskollegin über verschiedene Arten von Reisen stimmten wir überein, dass jeder – vor allem wir Europäer – einmal im Leben eine Reise alleine unternehmen sollte, um Erfahrungen mit sich selber zu machen. Es kann bereichernd sein, mit einem Partner oder mit Freunden zu reisen, jedoch lernt man dabei andere Leute kennen und nimmt die erlebten Dinge anders auf, weil man sich nie zurücklehnen und das Geschehen seinem Kameraden überlassen kann, sondern immer für sich selber verantwortlich ist.

Ich nahm mir, verglichen mit der Mehrheit der Reisenden, viel Zeit an jedem Ort. Trotzdem verspürte ich ab und zu das Verlangen nach einer längeren Reisepause. Im Süden Chiles fand ich ein Restaurant mit dem Namen „Nido del Condor“ (Nest des Kondors) auf dem Vulkan Osorno, wo ich im April drei Wochen arbeitete. Meine Aufgaben waren verteilt auf Service, Küche, Putzen und Aufräumen. Dies war eine neue Herausforderung, zumal wir, ein junges französisches Paar und ich, zeitweise alleine waren und für das gefüllte Restaurant kochen und die Touristengruppen bedienen mussten. Wir lernten jedoch, uns gut zu organisieren und konnten so mehr bewältigen, als wir zuvor gedacht hatten.
Eine zweite Verschnaufpause ergab sich, als ich im Juli im Osten Boliviens auf einem Bauernhof weitab der Zivilisation arbeitete. Der Wechsel zwischen brennender Sonne und peitschendem Wind mit Regen, welcher die Wege in Schlamm verwandelte, war eine Geduldsprobe, da auch der Besitzer fast nie vor Ort war und niemand – er eingeschlossen – richtig wusste, was zu tun wäre. So waren wir freiwillige Helfer uns alleine überlassen. Bei diesem Aufbruch war ich erleichtert, dem Ort den Rücken zu kehren.
Bei den Arbeitseinsätzen dienen mir die vielen Erfahrungen der unterschiedlichen Praktika in England, Irland und Zuhause. Zum Einen die Fähigkeit, Verantwortung für etwas zu übernehmen, was mich vorher noch nicht betraf und nachher nicht mehr direkt betreffen würde, jedoch für andere von großer Bedeutung ist. Zum Anderen die Neugierde, für kurze Zeit eine neue Arbeit kennenzulernen und dabei volle Leistung zu geben, um mit körperlicher Arbeit und Ideen, welche gewiss anderer Natur sind und Neues bewirken können, einen hilfreichen und nachhaltigen Beitrag zu leisten.

Nach acht Monaten Reise musste ich mich in La Paz (Bolivien) entscheiden, ob ich nach Kolumbien oder Peru weiterreisen wollte. Ich fühlte mich auf eine gewisse Weise verloren und müde, war die ganze Zeit auf der Suche nach etwas gewesen, von dem ich nicht wusste, was es war. Ohne genau zu wissen warum, entschied ich mich für Peru. Im Heiligen Tal der Inka in der Nähe von Cusco begann ich im Heim "Wiñay" für körperbehinderte, benachteiligte Kinder zu arbeiten. Hier bin ich verantwortlich für den Garten, habe aber auch viel Kontakt mit den Kindern und kann sie zum Beispiel während der Mahlzeiten, Pausen, Sportstunden und dem Informatikunterricht, welchen ich vor Kurzem eingeführt habe, erleben und kennen lernen. Sie haben in ihrem Denken und Handeln die unbewusste Fähigkeit, einem interessante Aspekte des Lebens näher zu bringen. Welche Dinge sind wichtig, welche haben weniger Bedeutung?
Die Entscheidung zu dieser Reise war eher vom Gefühl als vom Verstand geprägt; sonst wäre ich wohl nicht hier. Bei größeren Entscheidungen zerbrach ich mir oft lange den Kopf, um dann doch auf das Gefühl zu hören und zu erleben, dass ich darauf vertrauen kann. Dieses Vertrauen hatte sich in vielen Situationen während der Reise bestätigt und ließ mich immer wieder getrost etwas Neues wagen, im sicheren Gefühl, dabei lernen zu können. Nach unzähligen Aufbrüchen bin ich hier angekommen und habe nicht mehr das Bedürfnis, weiterzureisen. Ich fühle mich als Teil meiner neu gewonnenen Welt. Ich habe etwas gefunden, obwohl ich nicht weiß, ob es das ist, wonach ich gesucht hatte.
Spanisch zu sprechen fällt mir inzwischen leichter als Deutsch, was sich darin zeigt, dass sich spanische Wendungen einschleichen, die Satzstellung etwas spanisch daherkommt, und ich mich manchmal an gebräuchliche Wörter auf Deutsch nicht mehr erinnern kann. Wenn ich andere Touristen antreffe, bemerke ich, dass ich anders denke als sie – eher wie ein Latino: freier, unkomplizierter, beweglicher. Ich war ohne genauen Plan aufgebrochen, was einige Schwierigkeiten mit sich brachte, jedoch auch Platz für Dinge lässt, wie ich sie hier und jetzt erlebe, welche mich glücklich machen und mein Leben verändern, wie mir scheint.

Die Serie von Selbstportraits zum Thema "Selbstbefragung" vom Januar passen gut zum Text, zumal dieser auch eine Selbstbefragung ist - auf seine Art. Den Text schrieb ich ursprünglich aus einem anderen Grund, weshalb sich in ihm einige Begebenheiten aus früheren Blogeinträgen wiederholen.


Lamay, Perú (Fotos de enero en Buenos Aires, Argentina).

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